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lunes, 29 de julio de 2013

"CARTA A LA PECO", escrita para su homenaje realizado el día 26/07/13 en Córdoba.

     He venido y todavía estoy aquí, a este homenaje que te brindan; me encanta porque sé que te encantará que sea con un árbol, los árboles siempre tuvieron "onda" con vos.
     Te traigo una carta, la carta interminable que desde junio del 76 te escribo.
     La traigo personalmente, porque no llegan los correos al domicilio desconocido de una desaparecida.
     Me he puesto un gorrito: cuando me ponía un gorrito vos me encontrabas hermosa, vos que eras hermosa, sin artificios, vos que eras hermosa como un poema. Ah! te traje un poema, dos, dos poemas, pero te los leeré después.
     A veces los poemas me salían después de algunas de nuestras interminables tertulias de día-noche, en la calle Colombia, aquí cerquita, donde vivías. Tertulias de desgarrarnos, tertulias filosóficas de buscarle el sentido al absurdo de "haber sido arrojado el ser humano al mundo" en un día cualquiera; desangrarnos en estentóreas discusiones sobre temas sedimentados en la acumulación de la historia que el humano ha transitado; vos eras la anfitriona, la recepcionista, la acompañante abriéndonos puertas que expandían nuestras mentes; y nos estacionábamos en Simone de Beauvoir en el segundo sexo, fijate que ha corrido mucha agua bajo este puente y ya no somos sólo nosotras (las de entonces) las pocas atrevidas transgresoras. Vos la amabas a la Simone y me hacías amarla a mí, y la poníamos en nuestro altar de símbolos sagrados, junto a nuestro corazón, al lado de la Juana Azurduy y la Mama Ocllo; y de la Mama Ocllo me introdujiste, con tu sabiduría, bebida en la boca de los ancestros, en el "corazón de la magia", en ese libro maravilloso, el más antiguo de todos, cuyo respirar se siente con sólo acercarlo.
     Y nos encontraba un nuevo día, acelestado en morado en nuestras ojeras, de consumidas mujeres, en el acto de la búsqueda, de algún puerto y fuimos deviniendo revolucionarias.
     Y del oriente milenario y mágico, al maravilloso soñar de los surrealistas y de Sartre a Ho Chi Min y del Che... te cuento, no sé si te llegó la información, el movimiento obrero está atomizado y no se ven Toscos (seguro que los hay, pero no se ven). Bueno, sonreí muchacha de los sueños altos, la juventud está cada vez más organizada, canta de nuevo con vos, flameando la bandera con la Violeta "viva la literatura!" Sé que estarías de acuerdo: nuestras cabezas muchas veces marcharon al unísono en muchas cosas; corren otros vientos que sin duda beberías; ayer estuve en el Pescado para Todos y en La Vaquita: casi lloro por la pobreza extrema, en esa villa, como en tantas otras; casi lloro y te sentía sentada a mi lado y te vi moviéndote, dando palabras, fuerzas, política, dándote entera, como sabías darte; no te dabas cuenta, pero dabas hasta el aire tuyo, el de respirar y entonces tu vida era un ahogo, un ahogo nacido de esa impotencia, de la indignación por la ostentosa ostensible injusticia.
     Y saliste a dar más todavía y te seguí y ya las tertulias no eran interminables sino rápidas, cortas, de mensaje cifrado donde iba la sangre que estábamos dispuestas a dar, de casa a las que llegábamos en viajes de olvidos, pidiendo las nomeolvides, con los jos cerrados para borrarnos todo para que el verdugo no se enterara si llegaba el momento.
     Y nos enseñaste a desarrollar nuestras infinitas potencialidades humanas para la resistencia, también infinita, de esta en la travesía de la Revolución y El Combatiente de tus manos a mis manos pasaba a todas las manos haciendo arder las conciencias.
     Tus manos, las beso ahora, tus manos abracadabreras, las de armas y desactivar las armas ("no nos habrían dejado otra opción", solías decirnos cuando por allí nos corría un frío por el espinazo)  y el análisis de los textos de los comandantes esclareciendo cuál era el enemigo! esas manos que revoleaban las monedas mágicas, cortando el aire y cortándonos la respiración para tornar certidumbre algunas acuciantes incertidumbres cuando el operativo aquel o el operativo este. Manos nerviosas aunque de suave acariciar, esas manos con las que cavaste la tierra,  hondo hondo para pegarnos otra vez a los pies las raíces, otra vez las raíces, que el coloniaje nos habían cortado; y así nuestra frenética indagación de la América profunda oscura y desnuda que latía en nuestra sangre. Con esas manos, ya desgarradas, sin ojos de leer, con dedos adormilados de hojear libros, exhaustos, ojerosos, me decías -una paltita  y esas manos de adivinar, de apuntar, de acariciar, de cavar, pisaba y pisaba la paltita y la endulzaba con dulcísima miel y me retornaba el sosiego.
     Yo todavía estoy aquí, es evidente que el desarrollo de tus potencialidades humanas, las del Bagabad Guita y otras sabidurías que practicabas y nos hiciste practicar, funcionaron; y no te arrancaron "nuestros secretos del pueblo".

Inspirar
no expirar
el solo
estado del Pensamiento
vence

                                   Se habló Se
                                                   Lo hablamos Lo

Algo desenrolla
libre adentro
entre el Proceso
de mi desaparición

                                    Se pensó Se
                                                    Lo dijimos Lo

     Yo todavía estoy aquí, vos eras de "los de hasta la victoria siempre", como los comandantes, como los jefes.
     Te traje un poema, dos como te dije al principio; uno, intento de pintarnos a aquellos que éramos y el otro para vos exclusivo, pero nunca alcanzaré a describir tu grandeza:

5 ahau. 13 muan, Argentina

Souvenires

Ninguna implicancia tenía morir
morir no era una maldición
maldición era el mundo burgués morir
morir lo que decían que era
era un regalarse un souvenir hasta vernos
vernos morir era un servicio más
más un libro con dedicatoria mojada de líbido
líbido con la que Otros regalaron una rosa ensangrentada
ensangrentada la rosa regalo porque sí
sí porque el agua es de todos
todos somos del aire del árbol de la nodriza del árbol de la nodriza Abundancia
abundancia porque es otoño
otoño que es don beberse la mañana con la boca
boca de los pulmones plenitud
plenitud porque seguirá `sonando la hora de los tiros´
tiros mientras haya mazmorras huesos rotos
rotos pueblos con el hambre clavado en el estómago
estómago fuera del festín

7 eb, 17 zip, Ña Perla

La Peco

Jefa
era el dios jacobino
despierto
en el fondo

En el fondo
ubicuo del Espanto
cerrada
su ostra perlífera

Jefa
guardó en su destrozo
nuestros secretos
del pueblo

Rabia
el verdugo
la Vida
de la vida Jefa

Celebración
del poder
Poder
¡Oh Peco

     Te cuento esto que vos entendías y que me pasó mientras se estaba en el final de tu homenaje:

                                         Salí de mí
                                         Rara avis
                                         me asenté en el árbol

Raquel

Nota: Los poemas citados pertenecen al libro"Historia de Lecturas", de mi autoría. 

domingo, 7 de julio de 2013

ENCUENTRO DE POETAS, NARRADORES Y CANTANTES

El 28 de junio en el Aula Magna del Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba, el Taller de Narración Oral y Escénica, junto con el Taller de Canto (ambos integrantes del Programa "Abracadabra Creatividad", realizaron n emotivo encuentro de narradores, poetas y cantantes. Agradezco la deferencia de haberme invitado.
Participé recitando "El Negro Falucho". "El hombre (filosófico sentido genérico) en su sustancia de "animal simbólico" ha llenado la historia de esas "imágenes investidas con el poder intrínseco de conectar lo visible y lo invisible": símbolos.
En momentos históricos de recuperación de símbolos que habían sido vaciados de su genuina representación de pueblos, va este "Negro Falucho". En el libro "Poesías" de Rafael Obligado hay una llamada al pie del poema "El Negro Falucho" que se refiere al suceso histórico en el que Falucho había sido protagonista: "Mitre parece haber sido el creador del discutido mito del Negro Falucho. En su "Historia de San Martín y la emancipación sudamericna" habla de "Falucho y el sorteo de Matucana" y como subtítulo "La sublevación del Callao". Cuenta que en la noche del 6 de febrero de 1824 "hallábase de centinela en el torreón del Real Felipe, un soldado negro del regimiento del Río de la Plata, conocido en el Ejército de Los Andes con el nombre de Falucho". Y a continuación narra el episodio que Rafael Obligado poetizó".
Exaltación de los héroes de nuestra Primera Independencia.

Yo tenía previsto, como segunda intervención, la lectura del cuento "El Juego" del libro de próxima aparición "Los Imponderables I" del cual soy autora.

El juego

El único culpable soy yo. Es inútil seguir castigando al inocente.
Todo el esfuerzo para el que se tensó mi cuerpo fue el de gritar, mientras cobraba conciencia de que ya mi padre acomodaba el banquito.
Yo, yo, yo fui, pero en mi pecho seguía guardado el llanto. La conciencia gritaba, pero me salía una vocecita que no pasaba ni un paso desde mi garganta y pretendía atravesar el patio hacia mi padre, sordo de ira por lo que había ocurrido; y la bronca de él era la de todo policía que se precie de tal, ante el delito.
Yo tenía 12 años y mi hermana 6.
Miguel tenía 10 y era el inocente acusado.
Mi padre seimpre acusa a Miguel de todo; es por la duda que le quedó cuando mamá se fue con “el Otro” y solamente intentó llevarse a Miguel, así es como yo me salvaba de cualquier reprimenda, con esa impunidad regalada, y mi vida, por ende, se deslizaba sin menores apremios, en esa verdadera escuela para “hacerse hombres y no unos mariquitas”: tal era nuestra casa, bajo los mandamientos de mi padre, lo que agradeceríamos, nos decía, cuando llegáramos a la Repartición a seguir su destino. Mientras esto decía, acariciaba su pistola reglamentaria y nosotros, no sé por qué mágica imitación, nos tocábamos nuestras braguetas.
El día que nos instruyó con “el ahorcado” yo tuve miedo y también entonces se me hizo este remedo de voz, como ahora, que más se parece a un maullido que a un intento de confesión.
Atábamos la soga, igual que lo está haciendo ahora mi padre, de una rama del paraíso del patio, y uno por vez, en riguroso turno, poníamos nuestro cuello en el hueco que formaba un lazo por el que transcurría, fácil, nuestra cabeza; luego debíamos subir a un banquito (esos de asiento redondo, sin respaldo, traído de la Repartición), despintado pero sólido y él cerraba el nudo deslizando una de las mitades de la soga y apretaba hasta que los ojos, queriendo salirse de las órbitas, le decían que la respiración ya no pasaba más; entonces aflojaba con una sonrisa. Yo sentía el gesto magnánimo, la extrema generosidad de mi padre al devolverme a la vida. Mi agradecimiento no tenía límites.
Cuando le tocaba a Miguel era distinto. Mi padre decía que Miguel necesitaba mano más fuerte porque era de sangre dudosa. En una oportunidad tuvo que llamar al servicio médico de la Reparición, porque no reaccionaba. El miedo me ha hecho olvidar cualquier otro dato de este hecho.
Mi padre ya ha terminado todos los preparativos para “el ahorcado” y está silencioso mirando fijo la soga. Mi desesperación me llevó a un nuevo intento por decir que yo, yo soy el único culpable y no Miguel, al que había encerrado en la pieza, con llave para que se prepare. Pero no sólo no emitía palabras, sino que únicamente emitía un ronquido sin signos: parecía que definitivamente me había llegado la mudez.
En las enseñanzas de mi padre estaba eternamente presente la palabra muerte: para un policía que lucha de frente contra el delito, la muerte es una novia querida a la que hay que aprender a amar desde pequeño.
Sería porque era mujer que a mi hermana de 6 años no la obligaba al aprendizaje del noviazgo con la muerte. Ella sólo presenciaba; a veces se reía y se jactaba de su privilegio; hasta se burlaba de mi miedo...
Mi padre ha comenzado a caminar hacia la pieza cerrada con llave donde está mi hermano.
Fui yo quien esta mañana inventó que jugáramos “al ahorcado” sin papá y Miguel se prestó al juego.
Cuando pusimos la cabecita de mi hermana tuvimos que achicar el lazo, y cuando Miguel ajustó y empezaron como a salírsele los ojos, se apresuró para aflojar; pero yo, como si alguien me lo estuviera mandando, pateé el banquito y mi hermana será enterrada, por decisión de mi padre, conjuntamente con Miguel, que morirá ahora; en juicio sumarísimo mi padre lo ha declarado culpable.
Yo sé que Miguel quería empezar a aflojar para devolverla a la vida con el mismo ánimo generoso con que lo hacía mi padre. Para Miguel era apenas un juego, un acercamiento al vértigo del beso de nuestra futura pálida novia.
Veo desde aquí que ya está listo Miguel, subiendo al banquito con la soga al cuello.
Altar de sacrificios extraño que tendrá dos corderos en el mismo día.
Intento decir que yo, nada más que yo, mas apenas me salen unas señas de mudo.

Únicamente se oye el ruido sordo y categórico del banquito que cae volteado por el contundente borceguí de mi padre.